17 ¡Cierto!, tu acción de gracias es excelente; pero el otro no se
edifica.
18 Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos
vosotros;
19 pero en la asamblea, prefiero decir cinco palabras con mi mente,
para instruir a los demás, que 10.000 en lengua.
20 Hermanos, no seáis niños en juicio. Sed niños en malicia, pero
hombres maduros en juicio.
21 Está escrito en la Ley: = Por hombres de lenguas extrañas y por
boca de extraños hablaré yo a este pueblo, y ni así me escucharán, dice el
Señor.
22 Así pues, las lenguas sirven de señal no para los creyentes, sino
para los infieles; en cambio la profecía, no para los infieles, sino para los
creyentes.
23 Si, pues, se reúne toda la asamblea y todos hablan en lenguas y
entran en ella no iniciados o infieles, ¿no dirán que estáis locos?
24 Por el contrario, si todos profetizan y entra un infiel o un no
iniciado, será convencido por todos, juzgado por todos.
25 Los secretos de su corazón quedarán al descubierto y, postrado
rostro en tierra, adorará a Dios confesando que = Dios está verdaderamente
entre vosotros. =
26 ¿Qué concluir, hermanos? Cuando os reunís, cada cual puede tener
un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una
interpretación; pero que todo sea para edificación.
27 Si se habla en lengua, que hablen dos, o a lo más, tres, y por turno;
y que haya un interprete.
28 Si no hay quien interprete, guárdese silencio en la asamblea; hable
cada cual consigo mismo y con Dios.
29 En cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los demás juzguen.
30 Si algún otro que está sentado tiene una revelación, cállese el
primero.
31 Pues podéis profetizar todos por turno para que todos aprendan y
sean exhortados.
32 Los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas,
33 pues Dios no es un Dios de confusión, sino de paz. Como en todas
la Iglesias de los santos,
34 las mujeres cállense en las asambleas; que no les está permitido
tomar la palabra antes bien, estén sumisas como también la Ley lo dice.
35 Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus propios maridos en
casa; pues es indecoroso que la mujer hable en la asamblea.